
No importa su edad, raza o condición; ni su lugar de origen, ni donde se halla ubicado en un momento determinado de su existencia. Él, Carlo, es un ciudadano del mundo capaz de entregar su vida y su tiempo, de gastar su energía por los caminos de la vida con tal de expresar a los demás el Amor de Dios por la Humanidad entera. Su arma es la oración: en su silencio, la paz de Dios; en su recogimiento, la plegaria más sincera, personal y a la vez ecuménica.
