
Que de nuestro vacío personal surja el lazo que muestre a nuestras sendas personales los pasos para caminar en unidad. Que no sea yo, ni tú, sino el Espíritu en nosotros, quien renueve cada día las relaciones y fomente iniciativas con la tensión hacia lo más sagrado, los valores positivos, el amor más desinteresado. Nos jugamos la eternidad. Vaya por todo ello esta plegaria en el silencio de lo más íntimo, en el compromiso por la unidad.