
Allí, en el silencio de la paz de Dios, donde el alma se desnuda y se entabla un coloquio entre la sed de amor y el Amor. La contemplación -desde la intimidad- de una vida entregada y el misterio de la presencia permanente en la libre opción personal consagrada. Sólo resta retomar lo cotidiano y transformarlo desde lo infinito.
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