"QUIEN TOMA LA BIBLIA Y LA LEE, EMPRENDE EL CAMINO QUE LLEVA AL PUERTO DE LA EXPERIENCIA DE DIOS" (Ricardo Lázaro)
«Toda
la ley se cumple en una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Ga 5, 14).
Estas palabras de Pablo, el
Apóstol, son breves, estupendas, lapidarias, clarificadoras.
Nos dicen cuál debe ser la
base del comportamiento cristiano, lo que debe inspirarlo siempre: el amor al
prójimo.El Apóstol ve en
la práctica de este mandamiento el pleno cumplimiento de la ley, la cual dice:
no cometerás adulterio, no robarás, no desearás… Y ya se sabe que quien ama no
hace nada de esto: quien ama no mata, no roba…
«Toda
la ley se cumple en una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Pero quien ama no
sólo evita el mal. Quien ama se abre a los demás, quiere el bien, lo hace, se
entrega: llega a dar la vida por la persona amada.Por eso Pablo
escribe que amando al prójimo no sólo se observa la ley, sino que se alcanza «la
plenitud» de la ley.
«Toda
la ley se cumple en una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Si toda la ley
consiste en amar al prójimo, hay que considerar los demás mandamientos como
medios para iluminarnos y guiarnos para saber encontrar en las intrincadas
situaciones de la vida el camino para amar a los demás; hace falta saber leer
en los demás mandamientos la intención de Dios, su voluntad.Él quiere que seamos
obedientes, castos, contenidos, mansos, misericordiosos, pobres… para practicar
mejor el mandamiento de la caridad.
«Toda
la ley se cumple en una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo».
Nos podríamos
preguntar: ¿cómo es posible que el Apóstol omita hablar del amor a Dios? La cuestión es que
el amor a Dios y al prójimo no compiten entre sí; al contrario, el uno, el amor
al prójimo, es expresión del otro, del amor a Dios. Pues amar a Dios significa
hacer su voluntad, y su voluntad es que amemos al prójimo.
«Toda
la ley se cumple en una sola frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo».
¿Cómo poner en
práctica esta Palabra? Está claro: amando
al prójimo, amándolo de verdad. Lo cual significa: donarnos a él, pero donarnos
desinteresadamente.No ama quien manipula a su
prójimo en función de sus propios fines, aunque sean de lo más espiritual, como
por ejemplo hacerse santo. Tenemos que amar al prójimo, no a nosotros mismos.Sin embargo, es indudable
que quien ama así se hace santo de verdad; será «perfecto como el Padre»,
porque habrá cumplido lo mejor que podía hacer: ha entendido bien la voluntad
de Dios, la ha puesto en práctica; ha observado plenamente la ley.
Y ¿no es cierto que al final
de la vida se nos examinará únicamente sobre el amor?
CHIARA LUBICH
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