Un periodo de reflexión desde el ayuno, la oración y la misericordia propician dar el salto hacia la auténtica conversión. Es la muerte del yo sin lamentos, permitiendo que Él haga la entrada en una vida ausente de auténtica felicidad. La puerta que permite ese encuentro se abre desde el corazón y la luz que indave la estancia personal clarifica el presente desde el primer instante. Los primeros pasos de la nueva ruta suscitan una doble decisión con una misma actitud: pedir perdón con la mayor humildad y purificar la memoria de cualquier ofensa que pudiera corroer el propio yo: he ahí un ser humano con entrañas de misericordia.
Una propuesta para iluminar la vida expresando aquello que inspire mi experiencia artístico-espiritual
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